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Complicadas las opciones que Don Juan le da a Castaneda: “Si eliges no regresar, desaparecerás como si la tierra te hubiera tragado. Pero si eliges regresar, tienes que amarrarte el cinturón y esperar como un verdadero guerrero-viajero hasta que termines tu tarea, fuese la que fuese, en éxito y en fracaso”. En el fin de semana pasado, he vuelto a re-hojear el texto de Castaneda, ese “lado activo del infinito”, que se resume en la sinopsis como un álbum de sucesos memorables de Carlos: el recuento de su vida a partir de la revisión de aquellos momentos que la cambiaron y de la iluminación definitiva que supuso su encuentro con Don Juan, representando un acercamiento radical a la fuente del conocimiento chamánico, en cuanto éste tiene de preparación para el viaje definitivo: el que todos emprendemos al final de la vida.
Castaneda recupera los momentos culminantes de su experiencia con el chamán y me ofrece una iluminadora revisión de su propio proceso personal, del trayecto que le permitió acceder a esa fuente de pensamiento trascendente y prepararse para entrar en esa región del conocimiento que los chamanes llaman “el lado activo del infinito”. Ciertamente, “cada uno de nosotros, joven o viejo, de una manera u otra, está haciendo figuras ante un espejo. Piensa en cualquier ser humano sobre esta tierra y sabrás, sin duda alguna, que no importa quién sea o lo que piensen de ellos mismos o lo que hagan, el resultado de sus acciones es siempre el mismo: insensatas figuras ante un espejo”. Parte de este texto también se ha editado en el sitio book—post, bajo el título “El lado activo del infinito”. Fuente de la imagen: mvc archivo propio.
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[1] Castaneda, Carlos. El lado activo del infinito. Ediciones B. 2001.
[2] Como todo duro caminar de la infancia de la década de los setenta de la Ronda profunda.