lunes, 16 de mayo de 2022

Insensatas figuras ante un espejo

Fuente de la imagen: mvc archivo propio
A veces me siento como el individuo que conceptualiza el “Don Juan” de Castaneda[1] en su parábola. Para superar las piedras del caminar de la niñez[2], mi mente se fue a uno de esos universos dibujados por Don Juan. Cuando volví, ya de adulto, percibí que los problemas del niño quedaban lejos, pero me di de bruces con la realidad actual. Cuando les digo a mis relaciones cercanas que me llevan veinte años de ventaja es porque estoy transitando caminos de realidad con edad distinta a ellos. Advierte Don Juan a Castaneda que pocos guerreros-viajeros sobreviven el tipo de encuentro con el infinito, puesto que es seductor hasta no más. “Un guerrero viajero descubre que al regresar a un mundo de desorden, compulsión, ruido y dolor es algo muy desagradable. Tienes que saber que tu decisión de quedarte o regresar no es cuestión de selección racional, sino cuestión de intentarlo”.

Complicadas las opciones que Don Juan le da a Castaneda: “Si eliges no regresar, desaparecerás como si la tierra te hubiera tragado. Pero si eliges regresar, tienes que amarrarte el cinturón y esperar como un verdadero guerrero-viajero hasta que termines tu tarea, fuese la que fuese, en éxito y en fracaso”. En el fin de semana pasado, he vuelto a re-hojear el texto de Castaneda, ese “lado activo del infinito”, que se resume en la sinopsis como un álbum de sucesos memorables de Carlos: el recuento de su vida a partir de la revisión de aquellos momentos que la cambiaron y de la iluminación definitiva que supuso su encuentro con Don Juan, representando un acercamiento radical a la fuente del conocimiento chamánico, en cuanto éste tiene de preparación para el viaje definitivo: el que todos emprendemos al final de la vida.

Castaneda recupera los momentos culminantes de su experiencia con el chamán y me ofrece una iluminadora revisión de su propio proceso personal, del trayecto que le permitió acceder a esa fuente de pensamiento trascendente y prepararse para entrar en esa región del conocimiento que los chamanes llaman “el lado activo del infinito”. Ciertamente, “cada uno de nosotros, joven o viejo, de una manera u otra, está haciendo figuras ante un espejo. Piensa en cualquier ser humano sobre esta tierra y sabrás, sin duda alguna, que no importa quién sea o lo que piensen de ellos mismos o lo que hagan, el resultado de sus acciones es siempre el mismo: insensatas figuras ante un espejo”. Parte de este texto también se ha editado en el sitio book—post, bajo el título “El lado activo del infinito”. Fuente de la imagen: mvc archivo propio.
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[1] Castaneda, Carlos. El lado activo del infinito. Ediciones B. 2001.
[2] Como todo duro caminar de la infancia de la década de los setenta de la Ronda profunda.