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Lo he saboreado con miel y con azúcar pero siempre con sabor único en cada degustación, tradicional, conforme a la “hechura culinaria”. La masa suele hacerse con harina, vino, aceite de oliva, matalauva dorada (también suele echarse limón, si bien aquí hay distintos métodos ya que en algunos sitios la cáscara de cítrico junto a la matalauva la fríen previamente). La masa se deja reposar una hora y luego utilizando un rodillo, vaso o botella, se estira, hasta que quede bien fina, y se confeccionan porciones cuadradas, cuyas esquinas se pliegan.
Dicen que el “quid de la cuestión” se encuentra en conseguir la temperatura idónea del aceite en la sartén, de forma que la masa quede crujiente por fuera y cocida por dentro. A continuación, se depositan en una servilleta absorbente para quitar el exceso de aceite. Después, se cubre de azúcar y canela o miel rebajada con un poco de agua (calentando la miel con el agua, previamente). Por lo demás, te deseo unas Felices y recogidas Fiestas. Parte de este texto también se ha editado en el sitio gastropost, bajo el título "Pestiños". Fuente de la imagen: archivo propio.