martes, 1 de junio de 2021

Los mercados financieros en modo desestresante

Fuente del gráfico: CNMV
¿Se ve la luz al final del túnel? En mi país parece que sí. Al menos tímidas señales. En la tarde del lunes estuve “ojeando” la nota de estabilidad financiera correspondiente al mes de abril de 2021[1], editada por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), en la que destaca el continuo descenso del nivel de estrés en el sistema financiero, hasta situarse en 0,23. Este nivel se corresponde con un estrés bajo y está en línea con los valores observados antes de la pandemia. Todos los segmentos e indicadores muestran disminuciones en estrés. La correlación del sistema se mantiene alta. La evolución de los mercados financieros nacionales en los últimos meses ha estado marcada por el aumento de las cotizaciones bursátiles y de las rentabilidades de los activos de deuda pública. En los mercados de renta variable, el Ibex 35 presenta un alza del 14% hasta el 21 de mayo[2], gracias a la recuperación del sector bancario y de los valores del sector servicios. La volatilidad y las condiciones de liquidez del mercado continúan siendo satisfactorias pero los volúmenes de contratación son reducidos.

Apunta la CNMV, que en los mercados de renta fija, el aumento de las rentabilidades, que interrumpe la tendencia a la baja de 2020, responde a ciertos temores relacionados con un posible aumento de la inflación en la zona euro y también a un efecto de contagio derivado del repunte de la rentabilidad de los activos de deuda estadounidenses, donde este riesgo es más relevante[3]. Los riesgos de carácter financiero más relevantes identificados en esta nota son los riesgos de mercado y también de liquidez, especialmente en algunos activos de renta fija. Nuevos episodios de volatilidad o un cambio abrupto de las expectativas de crecimiento podrían dar lugar a un aumento generalizado de las primas de riesgo[4] que serían negativas tanto para los emisores de los activos como para sus tenedores. Además, cabe destacar las vulnerabilidades financieras que se derivan a medio plazo del incremento del endeudamiento de los agentes durante la crisis, incluido el de las Administraciones Públicas.

Las fuentes de riesgo más relevantes[5] continúan evolucionando de forma dispar: las de origen político en el plano internacional disminuyen, las derivadas del aumento de actividades no presenciales y del contexto de tipos de interés[6] se mantienen y, finalmente, otras adquieren importancia creciente. Entre estas últimas destacan el riesgo macroeconómico, derivado de las dudas sobre la intensidad de la recuperación, los de ciberseguridad en el nuevo entorno digital y también los relacionados con la promoción de la sostenibilidad, que son diversos. Algunos de estos últimos se derivan de las dificultades para valorar estos activos, en un marco de información heterogénea y las vulnerabilidades que se pueden generar ante la fuerte demanda de estos activos, tanto por la posibilidad de que los precios se alejen de los fundamentales como por el riesgo de que se fomente la actividad de blanqueo ecológico[7]. Fuente de la información y del gráfico: CNMV.
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[2] Un comportamiento similar al de los principales índices europeos.
[3] En este contexto el rendimiento del bono soberano español a 10 años presenta un aumento de 51 p.b. en el año (hasta el 0,56%) y la prima de riesgo se sitúa en 69 p.b. (63 p.b. a finales de 2020).
[4] y, en consecuencia, disminuciones de precios.
[5] En términos de estabilidad financiera
[6] Entre las que se encuentran las derivadas de la búsqueda de rentabilidad, con inversiones en activos de elevada volatilidad y en ocasiones no regulados.
[7] Conocida como green washing.