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Hace unos meses, en el texto ¡Hasta siempre, Vladimir![1], de soslayo te comenté la preparación de un trozo de terreno de la aspiración a jardín que rodea el hogar, conforme a las instrucciones que me dio el experto (ver “Removiendo el terruño”[2]), para posteriormente echar el estiércol, conformar los bancales y proceder a plantar las verduras y hortalizas de la temporada. Pues bien, arriba te dejo una instantánea de la espléndida mata rastrera de calabacines, junto a una melonera, que campa a sus anchas y que, como me descuide, va a invadir las posesiones del buen vecino, al que tendré que compensar con estos productos que brinda la Naturaleza.
Entre las plantas de calabacines y berenjenas, se despistó una melonera, que me recordó “La encina del inglés”[3], de “Bodega La Melonera”, esencia del sueño de Javier Suqué Mateu, Jorge Viladomiu Peitx y Ana de Castro Rufián. Así que procedí a plantarla y, a pesar del agobio de la mata de calabacín, ha logrado dar varios jugosos y refrescantes frutos (abajo te dejo una foto), a tope de vitaminas y minerales y de tremendos efectos positivos para el cuerpo serrano, alimento que he tenido la suerte de saborearlo desde pequeño, allá por la Serranía de Ronda. Este texto también se ha editado en el sitio GASTROPOST, bajo el título “Los frutos de la melonera”.
[1] Velasco Carretero, Manuel. ¡Hasta siempre, Vladimir! 2018. Sitio visitado el 07/10/2018.
[2] Velasco Carretero, Manuel. Removiendo el terruño 2018. Sitio visitado el 07/10/2018.
[3] Velasco Carretero, Manuel. Removiendo el terruño 2018. Sitio visitado el 07/10/2018.