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La liturgia de las Fiestas pasadas no las concibo sin el polvorón, ese típico dulce de la repostería navideña en mi país, elaborado con manteca, azúcar y harina[1] y cuyo sabor, maridado con anís, me transporta a los fríos y, a la vez, emocionalmente cálidos inviernos de la niñez. Te describo lo anterior porque ayer degusté el último de la temporada, acompañado de un "chupito" de aguardiente de Destilerías el Tajo (Ronda). El polvorón que me “zampé”, igualmente era el resto de la caja de “La Despensa de Palacio”, establecimiento cuyas raíces se adentran en la mitad del siglo XVII en Estepa.
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El estuche, del que te dejo unas instantáneas, componente de la cesta de navidad obsequio de Álvaro (Gracias, "jefe"), contenía una selección de las especialidades de la casa, desde polvoroncitos imperiales, marrón glacé o milhojas de naranja, hasta los turroncitos del alabardero, pasando por mantecaditos de canela, pasteles de yema o joyeles de almendra. Todo rico, rico. A continuación, te dejo un vídeo, alojado en Youtube cortesía de E-Comunicarte, con unos apuntes de esa empresa familiar. Este texto también se ha editado en el sitio GASTROPOST, bajo el título “La Despensa de Palacio”.
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[1] De ahí viene el nombre de polvorón, porque la harina daba la apariencia de polvo.