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Ciertamente, el ecosistema económico y social muda generacionalmente de forma inexorable, ley de vida, como diría el otro. Pero hay una cosa que no cambia de una generación a otra: la motivación. Y es que el anterior envite emocional que sugiero, propicia que el senior y el junior compartan ideas, pensamientos, soluciones, capacidades, miedos… más allá de lo que piensan y de los trasnochados estereotipos que nos siguen inculcando algunos "versados expertos" en la gestión de personas.
A su vez, la era de transición que nos toca vivir, muy distinta a la que experimentaron nuestros padres con nuestros abuelos, y a años luz de la del resto de nuestros ancestros y sus respectivos progenitores, obliga a plantearse si hoy más que nunca, esa colaboración proactiva entre juniors y seniors, seniors y juniors, en la justa proporción para cada experiencia concreta (dependiendo de: proyecto, empresa, sector, región…), es la garantía de un futuro empresarial, profesional o institucional, distinto y mejor.
Así que, en vez de contrastar las disconformidades generacionales "junior - sénior", dediquemos tiempo a ponderar y robustecer los puntos de encuentro y esas continuas encrucijadas entre "reflexión - abstracción" y "engreimiento - lozanía", o lo que es lo mismo: la necesaria conjunción ambivalente entre pericia e impericia, que realmente favorece la productividad, la innovación, la creatividad y el crecimiento, tanto empresarial o institucional, como colectivo, social y personal (Fuente de la imagen: pixabay).
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[1] De un máster jurídico que estoy realizando, a la que probablemente le sacaba alguna década.