Fuente de la imagen: Manuel Martínez Molina |
“Rafael Flores Nieto: “El Piyayo”,(1864-1940) mi mensajero de Navidad para 2014 y Año Nuevo 2015, es este gitano espigado y enjuto cantaor, guitarrista convicto y confeso, perseverante asiduo de mentideros, reuniones y saraos flamencos transigentes con su estrafalaria y a veces ebria presencia, en la Málaga famélica de aquellos tiempos, encadenado de por vida a un candoroso y desdichado infortunio; autodidacta lumbrera humana, incapaz de cualquier prosaica labor material ajena a sus sentimientos como soñador autodidacta de flamencas armonías, siempre escoltado por su mejor y más fiel compañera: una destartalada guitarra flamenca, que para la inmortalidad de este genio, exhibe el Museo dedicado a Juan Breva en su Málaga natal.
Humilde, menesteroso, desamparado integral, inmortal Quijote andaluz de nutrición paupérrima, idealizador de sustentos oníricos para la supervivencia, consistentes en potajes, berzas, gazpachuelos, ajillos, frituras y ensaladas inmateriales para él y su desventurada familia, muy bien condimentados a base de fantasías variadas y sueños inalcanzables, junto a una generosa realidad de hermosos y abundantes arpegios nunca agradecidos, ni pagados, ni valorados en aquella Málaga, donde su prodigiosa mano de artista creativo rebuscaba entre las afinadas cuerdas de tan longevo instrumento por soleares, seguirillas, tangos y malagueñas, para acompañar a una voz sutil, delicada, muy bien timbrada, levemente gangosa, y extraordinariamente capacitada para recrearse en los matices flamencos de sus interpretaciones geniales, que tan solo a un escaso puñado de románticos, la mayoría de su propia raza gitana, pobres y desposeídos, interesaba.
Casi siempre vestido con ropas raídas, parcheadas y remendadas como cualquier militante pordiosero de tabernas y calles; faja negra de flecos adobada con cascarrias de patriarcal solera, enrollada en su prieta cintura de saúco abandonado y seco; tapabocas a veces, para dar la protección necesaria a una garganta privilegiada, su mayor y casi único tesoro; viejas y agujereadas alpargatas de rudimentario esparto o cáñamo en deformes pies, consecuencia de una infancia escasa de calzado. Por arriba, un sombrero alado y alto cubría buena parte de su desordenada cabellera, proporcionando sombra a su rostro de centeno tostado, capelo que también utilizaba nuestro personaje como platillo limosnero; así fue la mayor parte de los setenta y seis años en la vida terrenal de nuestro personaje: Rafael Flores Nieto, “El Piyayo”, (Málaga 1864-1940) un paria de la tierra, cantaor y guitarrista digno de mejor suerte y merecedor de eterna memoria.
¿Quién gime por malagueñas,
Con aires del mar caribe?
Es Rafael el Piyayo,
Que canta cuando está triste.
Trina como un ruiseñor,
Pía como un jilguerillo,
Porque así alivia sus penas,
Para dormirse tranquilo,
Soñando tonadas nuevas.”
El Piyayo en la Alcazaba |
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[1] Velasco Carretero, Manuel. Costumbres añoradas. 2011. Sitio visitado el 22/12/2014.
[2] Velasco Carretero, Manuel. El antólogo Manuel. 2008. Sitio visitado el 22/12/2014.