Fuente de la imagen: mvc archivo propio |
Que conste que a fuerza de tortazos, tirones de orejas y coscorrones a porrillo, conseguí una escritura decente, pero me concentraba tanto en hacerla bien, por miedo al maltrato y al suspenso, que olvidaba el conocimiento que tenía que trasladar vía escritura, por lo que, igualmente, suspendía. No. Esa situación no la quiero para los peques de hoy en día, más aún cuando el avance de la tecnología propicia que desde hace décadas la caligrafía pierda importancia a una velocidad sin precedentes. Pero ¡Dale! Todavía pululan presuntos “profesionales” del “enseñar a “aprender” que viven anquilosados en las escuelas de los siglos XVIII y XIX[2].
Y aprovechándome de Pablo, vía “Escuela neurótica”[3], publicado en julio de este año, leo la reflexión de Alonso González de Gregorio, de la consultora de educación The Gregorian Manor House, sobre el anquilosamiento de la educación actual en cubrir necesidades formativas de la anterior revolución industrial, en vez de centrarse en el mañana, cocinando hornadas de alumnado con aroma de emprendedores y gestionadores de sus respectivos tiempos, junto a profesores que actúan como guías en la inmensidad del conocimiento[4] (Fuente de la imagen: sxc.hu). Fuente de la imagen: mvc archivo propio.
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[1] Doberti, Pablo, Escuela en cursiva. huffingtonpost. 2013. Sitio visitado el 26/09/2014.
[2] Sugerí al amigo que junto a su pareja abrieran una ventana de reflexión acerca de si ese colegio era el adecuado para su hijo.
[3] Doberti, Pablo, Escuela neurótica. huffingtonpost. 2014. Sitio visitado el 26/09/2014.
[4] Si puedes, recarga pilas en este fin de semana.