|
Fuente de la imagen: mvc archivo propio |
La tarde la pasé con un empresario, que fue cliente
del bufete de economistas y abogados en el que empecé a trabajar en esto de la
consultoría estratégica[1]. Como muchos otros directivos
de pymes, anda preocupado con los costes en su negocio y con el goteo
de los presuntos pequeños hurtos que, poquito a poquito, llenan un nada
despreciable depósito de esos de acero inoxidable. Le confesé que si no se dispone de una división de control específica, es muy complicado detectar a tiempo estas
fugas así como aplicar las preceptivas medidas correctoras. Tienes que estar
verificando de forma perenne los procedimientos de trabajo y
concienciando a todo el personal de la necesidad de controlar el gasto como “un
buen padre de familia numerosa”.
Evidentemente, un refuerzo del control de los
directivos y mandos intermedios (si no se dispone de auditoría interna), hasta
la instalación de cámaras en sitios estratégicos, pueden ser otras medidas que
atenúen ese riesgo. Las evasiones, esos “manilargos sosegados”, son de lo más
variopintas, desde el pequeño robo[2] y que técnicamente se me ocurre catalogarlo como “hurto laborioso”, hasta el consumo eléctrico del aire
acondicionado[3] que se queda toda la noche encendido,
pasando, obviamente, por ese trato “indiligente” al cliente mediante pequeños
desaires y otras improcedencias que desembocan en una no compra y pérdida
comercial irreparable (Fuente de la imagen: sxc.hu). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: mvc archivo propio.
____________________________
[1] Hace ahora unas décadas.
[2] Que mi profesor de Derecho Penal lo definiría como hurto.
[3] U ordenador, pantalla, luz…