Supongo que entre las ventajas de ir cumpliendo años, se
encuentra que de vez en cuando caigo en las tonterías que concebía e innovaba
tiempo atrás. Ayer, después de escuchar a un contacto, fue uno de esos días de
reflexión. Revisando la correspondencia telemática profesional recibida en la
Semana Santa, descubrió la respuesta, presuntamente automática, del receptor de
un correo que envió el miércoles a mitad de la mañana. Te lo transcribo a continuación para tu deleite: “Aprovechando la Semana Santa, me encuentro conviviendo con la familia y amistades, por lo que no constaré en mi puesto hasta las 9:00 horas AM del lunes uno de abril de dos mil trece”.
Obviamente, he cambiado algunas palabras para disimular el mensaje original. Rememoré lo que yo mismo hacía hasta practicaba hace unos años: algo similar. Por alguna necia, torpe o majadera razón que desconozco, mi mente era empujada por la necesidad de explicar con todo lujo de detalles la razón por la que no respondía al en el momento al email o al teléfono ¡Tontolaba! ¡Como si el receptor no estuviera al corriente de que fuera fin de semana, por la noche o, en síntesis, tiempo al margen del horario de oficina!
Actualmente, sólo me limito a enviar, en contadas ocasiones, un escueto sms cuando recibo una llamada y no puedo atenderla. Por lo demás, sirva lo anterior para confesarme ante ti y apuntarte que hoy considero esas respuestas, automáticas o no, fuera de lugar. Dice Javier: “Como soy individuo y, por tanto, importante en mi estado personal, contesto cuando quiero y puedo y si el que recibe mi contestación le interesa lo que le envío, lo averiguará” (Fuente de la imagen: sxc.hu).