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En este camino de crisis primero, recesión después y depresión en la puerta, con incertidumbre pululando por doquier, todavía existen entidades y grupos de trabajo que tienen encima de sus mesas ejecutivas un saco de proyectos como nunca han tenido antes. Su constancia institucional, credibilidad, trabajo bien hecho y ese manojo de profesionales, todos buena gente, que conforman su organigrama, propician que en esta época, los gestores de los escasos recursos públicos existentes, pongan su mirada en esos equipos de trabajo para materializar y ejecutar diversos programas. Y ellos se encuentran abrumados y preocupados. Tienen que entender que no es posible hacer lo que tienen que hacer sin asumir riesgo. Eso es así.
Sí. Pueden aminorar el riesgo decidiendo qué es lo que no quieren hacer y, por derivación, dejar o perder la oportunidad de crecer. De acuerdo. Con la que está cayendo, puede ser una decisión razonable. Pero no va a hacer feliz al espíritu emprendedor, de lucha, de supervivencia, de generar expectativas de crecimiento, de sacar al país del agujero... que habita en sus corazones, unido a la sensación de que esos trenes no volverán a pasar. Desde este sitio, una idea para estas personas e instituciones: el riesgo no es una cuestión que se tenga que temer (fuente de la imagen: sxc.hu). Imagen incorporada posteriormente; fuente: pencilparker en pixabay.