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Al igual que con las personas, la muerte también acecha a las empresas, las cuales deben ser conscientes que su final tarde o temprano aparecerá y, en consecuencia, los directivos o líderes deben pensar en una hoja de ruta para la vejez, a modo de testamento empresarial. Llega un momento en que la dirección debe plantearse el cierre del negocio[1]. Tal vez, esa situación, a modo de ave fénix, es una oportunidad para comenzar algo nuevo a partir del entierro de la idea que tantas prebendas ha repartido a lo largo de su ciclo vital.
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[1] Reordenar los activos, liquidar los pasivos y acomodar a su personal.