Fuente de la imagen: archivo propio. |
El primer día del, catalogado por muchos, ajustado año, lo pasé con unos amigos dándonos un sano y sudoroso viaje que tuvo un alto en el camino, para reponer fuerzas, en Torredelmar (Málaga, España). Te dejo una foto de la playa. Si quieres más clickea AQUÍ. En la sobremesa, comenté mi reciente experiencia con la renovación de un hosting de una página web.
El proveedor nos ofrecía un cincuenta por ciento de descuento en la futura anualidad, pero teníamos que perder todos los contenidos y empezar de cero con un nuevo contrato. Política comercial inconcebible. Al final, hemos acordado renovar por un trimestre y buscar otro servidor de Internet que se acerque a las posibilidades económicas de esa unidad de negocio.
Es una pena, puesto que estábamos a gusto con ese proveedor, salvo el precio, que lo considerábamos bastante excesivo para los servicios que utilizábamos. Fue interesante escuchar la teoría de la contacto Antonia, acerca de que cada cliente es un presunto nuevo cliente. Al principio, me pareció una simpleza o tontería y así se lo trasladé.
Pero luego, al seguir atendiendo su argumentación, concluí que de estupidez no tiene nada. Es más, en esta crisis que nos ahoga, cobra más sentido, si cabe, su postulado. La rigidez e incomprensión del proveedor de Internet ha hecho que dentro de unos meses nos pierda como cliente, por no hablar de los efectos comerciales colaterales.
Finalmente, y dejando a un lado mi crítica experiencia, José Miguel apuntó que cuando los clientes se ponen demasiado exigentes, piden la luna o terceros le comen el coco, les manipulan o les cabildean, hay que dejar que se vayan con otro proveedor y prueben la competencia ya que, si verdaderamente tu producto o servicio es diferenciado, los buenos ex-clientes volverán si tú quieres.