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El capitalismo, antaño favorecedor de burgos, repúblicas, liberalismos y gobiernos democráticos, hoy por hoy, sin otro orden social que le haga sombra o competencia, pasa de la democracia y del poder que emana de los pueblos vía elecciones, y se centra en su lentamente amasado lado oscuro: el financialismo, cultura financiera de “altas esferas”, de unos pocos, especulativa, barriobajera, usurera. A duras penas, la Democracia intenta mantenerse a flote, pero la escasez de políticos de altura y el intenso torpedeo a que se ve sometida, hace arriar drásticamente la bandera de su característica más predominante: “la titularidad del poder reside en la totalidad de sus miembros”, porque la toma de decisiones ya no responde a la voluntad colectiva, sino a un grupo definido de provechos especulativos: los financialistas.
Sí. Las grandes corporaciones y los utilidades de las élites financieras, minan y condicionan la facultad de los gobiernos de responder ante los problemas de las sociedades que representan. De acuerdo que los “mercados” han generado prosperidad en algunas zonas del globo terráqueo, pero también han propiciado insalvables desigualdades. Como habitante de este mundo, debería trabajar en contrarrestar ese efecto negativo del capitalismo que hoy nos está haciendo mucho daño y peligrando los cimientos demócratas de la sociedad: el financialismo. Imagen incorporada con posterioridad; fuente: AbsolutVision en pixabay.