domingo, 6 de febrero de 2011

Madrecita mía, déjame como estaba

Fuente de la imagen: dodo71 en pixabay
Se cuenta el chiste de un impedido de la mano derecha que fue a ver a la Virgen de Lourdes.  Cuando estaba frente a ella, en un atisbo de fe, le dijo: “Madre, te pido que me pongas las dos manos iguales”. La Divina Madre se apiadó de él y obró el milagro. El detalle fue que la mano izquierda quedó imposibilitada, al igual que la derecha. Cuando el susodicho se dio cuenta de la situación, con lágrimas en los ojos gritó. “Madrecita mía, déjame como estaba”. Tarde te escribo esta mañana. Ayer tocó cena en casa con unos colaboradores y amigos

En la sobremesa nos quedamos hablando de qué hacer este año y el que viene en un proyecto en el que trabajamos. La actividad ha tenido un primer periodo de éxito comercial y operativo que ha superado todas nuestras expectativas. Ahora nos planteamos crecer o quedarnos como estamos. Lo que debemos tener claro es que no es posible hacer lo que queremos hacer sin asumir ciertos riesgos.  Sí, siempre podemos reducir el riesgo decidiendo que no queremos progresar, lo que es una opción respetable y lógica, pero no es la que nos hace feliz. 

¿Debo tener miedo al riesgo? Si quiero crecer, no debería. No es posible prosperar sin tomar riesgos. Pero si existen resquicios de sospecha o duda, entonces debería aprender a bregar con el mismo, reduciéndolo a cifras y determinando más objetivamente si me atrevo a seguir adelante con el negocio o, por el contrario, “Madrecita mía déjame como estoy”. Te dejo la imagen de un ventanal con la aparición de la Virgen María a Bernardette, en Lourdes (fuente: Wikimedia Commons). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: dodo71 en pixabay.