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Debo instruirme en saber aguzar las orejas bien, escuchar, no interrumpir, no cortar la exposición de las ideas del otro, no contestar el consabido “ya lo sé”, no mirar a otro sitio mientras el emisor habla… Cuando me toque, tengo que hacer preguntas interesantes o, simplemente, callar, incitando al interlocutor a prolongar su disertación, al tiempo que sigo escuchando.
Finalmente, mientras más escuchamos y más silenciamos nuestra inconsciente pretensión de relampaguear, más resplandeceremos ante los demás y más importante haremos sentir a la persona que atendemos (dibujo de imagenes-gratis.net). Imagen incorporada posteriormente; fuente: nonatickler en pixabay.