Ayer te comentaba mi reconfortable estado de ánimo (ver post Redarquía), pero, lamentablemente, el estado físico no acompañaba y era peor que el padecido el sábado y domingo (ver post “Pocos y dispersos”). A la tos y el dolor de pecho se incorporó unas arcadas cuando pretendía articular palabra. Así que se me obligó volver a la cama y se me confiscó el ordenata y todo lo que oliera a Internet y teléfono. Las carceleras se encargaron de llamar al trabajo, concertarme cita con el médico y atiborrarme de infusiones y otros líquidos calientes. A mitad de la mañana imploré las herramientas de trabajo, aduciendo que estábamos a final de mes.
Se me permitió devolver las llamadas recibidas en el móvil y poco más, ya que cuando me excedí en la charla con un colaborador, que más que hablar, estuve todo el rato tosiendo, se me volvió a decomisar. La verdad, lo he cogido bien, como nunca. La doctora fue tajante “Vuelva el miércoles por si está mejor, para darle el Alta”. Cerca de cuatro décadas en el mercado laboral y es la primera vez que me dan una Baja. “Pero, si estamos a final de mes”. Imploré. “El final de mes puede esperar, su salud no”. Sentenció la médica.
No me acuerdo haber faltado al curro por motivo de un catarro. Si caes en un trance de éstos no te hagas el fuerte. Más valen unas horas de reposo, que hacer el tonto, molestar al equipo con tu cuadro griposo y, después, colgarte varios días de cama, como me ha pasado a mí. A hurtadillas te escribo esta mañana. Las guardianas se han marchado. Tengo que dejarte. Más tarde me caerá una reprimenda, pero no creo que este momento contigo empeore mi salud. Todo lo contrario. Cuídate tú también (imagen de sologif.net). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: Myriams-Fotos en pixabay.