Ayer estuvimos en Aguamijas. Podíamos haber elegido un parque más cercano, como Aqualand, en Torremolinos, o Aquavelis en Torre del Mar, pero la inercia o el corazón me hizo proponer la ruta de Mijas Costa. Y es que corría el verano del año 1993 cuando el departamento de RRHH de Euromarket (ver post ¿A cómo tienes hoy el kilo de blog?), entidad en la que trabajaba de auditor interno, me facilitó un carné de ese centro de agua, con el que me hacían un descuento, por el hecho de ser trabajador de la agrupación de interés económico.
En el verano del año 1994, cuando actuaba de gerente de Punta Paloma (ver post "Parece que fue ayer"), se me ocurrió tramitarles a los 112 distribuidores de los productos de Donuts por Málaga y Cádiz, una acreditación para el parque. Después, en Facep (ver post Tal día como hoy), verano del año 1996, creo que también posibilitamos ese trámite, pero sólo a los colaboradores/as, ya que no era procedente para las empresas adheridas al proyecto federativo, de ámbito andaluz, así como a las nueve asociaciones provinciales integradas en la organización empresarial .
En el año 2003, en Virgen de la Oliva - Hojiblanca (ver post "Si el vino viene, viene, la vida"), llamé a Aquamijas para gestionarles el tema a los más de seiscientos socios, pero no fructificó la gestión. En el verano de 2009, la comodidad de Internet me ha facilitado comprar las entradas a través de Red (me parece que me han aplicado un diez por ciento de descuento) y no esperar colas de acceso. El lugar estaba masificado a más no poder, lógico en pleno agosto. Un sol de justicia, y eso que algunas nubes circulaban por el cielo. En fin, un día en el parque acuático. Los peques juegan en sus piscinas. Los adolescentes lanzándose por los imponentes medios tubos de agua. Los adultos flotando por las olas artificiales y tirándose por la atracción estrella. Mientras, todos reponen energías y los colaboradores y colaboradoras del parque cobran por todo, desde una hamaca hasta la foto de bienvenida.
En todo este largo periodo, desde principios de la década de los noventa del siglo pasado, me he preguntado varias veces porqué no se abre un parque para ser utilizado en el invierno. Si sus instalaciones estuvieran cubiertas con un techo de alta tecnología que permitiera aprovechar los rayos del sol, sería espléndido para los amantes de este tipo de servicios turísticos. La respuesta me la dio el año pasado David Kiley, en el artículo que escribió en Business Week, Come On In: The Water's Always Fine, parques de atracciones acuáticas bajo techo. Una excelente idea. A ver si algún avispado "emprendedor" de la Costa del Sol la hace suya y la ejecuta (foto de mi salida del parque).