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“A precio puro y duro”, respondió mi interlocutor. “El que me ofrezca el trabajo más barato, me lo quedo”. Así se esfumó la posibilidad de contratar un servicio. Parece que se le asignó al que puso el precio más bajo. De nada sirvió diferenciar mi servicio del de la competencia, explicando al cliente las acciones a realizar.
Una de dos: o mis costes no se encuentran optimizados o mi competencia no está legalmente establecida, en el sentido de reunir los requisitos que marca la extensa normativa aplicable. Además de explicar a la institución el escandallo de costos y el reducido margen que se aplica, tampoco funcionó plantear sinergias.
Aunque no tengo datos objetivos, al final del encuentro, me dio la impresión de que estaba perdiendo el tiempo y que el proyecto se encontraba asignado con anterioridad (Precio de equilibrio en un mercado libre; fuente: Wikimedia Commons). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: dendoktoor en pixabay.