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En época de bonanza, algunos energúmenos han derrochado a diestro y siniestro los recursos de los centros de actividad que tenían asignados, ya que los beneficios o las perspectivas de ingresos eran lo suficientemente representativos como para tapar despilfarros, presuntos desfalcos y errores de bulto. Lo malo de todo es que los actuales ardores y arrebatos en los detalles, suelen conducir a caminos de organización reactivos que aceleran el negativo desenlace final. Claro que todo es importante, pero, ni hay que exagerar, ni por reducir aún más el consumo de agua de la cisterna del cuarto de baño o el tiempo del café en el office, se va a resolver el gordo problema económico o financiero que sufre su empresa. ¿Tan difícil es analizar, detectar y priorizar? Tampoco hay que confundir una política de ajustes de costes a las realidades económicas de cada momento, con una indiscriminada reducción de gastos, sin un criterio ni un plan que lo soporte. Como dice el refranero, “A perro flaco, todo son pulgas”[1].
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[1] Imagen incorporada con posterioridad; fuente: mvc archivo propio.