sábado, 7 de febrero de 2009

Los niños no lloran

Fuente de la imagen: Acuarela de Nika_Akin en pixabay
He leído y escuchado sobre las lágrimas de Federer, en el último partido con Nadal[1]. La mayoría de las opiniones, por no decir todas, coinciden en que llorar es un signo de debilidad ante el prójimo. Podría ser. Recuerdo la frase de la infancia: Los niños no lloran. Pienso que es un signo de sinceridad, porque somos humanos y el que pretenda lo contrario, algo falla en su coco. 

Si crees que soy débil por llorar, acepto tu opinión, pero hoy no la comparto, porque ser sincero conmigo mismo y contigo me hace más fuerte. Sí, soy débil, porque soy humano, pero soy mucho menos débil que cuando pensaba que era fuerte y, sin saberlo, caminaba hacia la conversión en una probable fría monstruosidad. 

Se puede llorar de muchas formas, por muchas causas y sin necesidad de lágrimas corriendo por las mejillas. Ayer, el querubín, en contestación a la pregunta ¿por qué lloras?, respondió: Lloro de felicidad. Es un gustazo llorar de felicidad. Percibo que los verdaderos líderes, grandes cerebros y corazones, siempre están llorando (imagen del MEC). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: acuarela de Nika_Akin en pixabay.
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[1]  20minutos: Roger Federer: "Dios, esto me está matando".