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1. Eslogan poderoso y falso: Nacido en un pueblo modesto, vivió como un emperador, rodeado de concubinas y ensalzado por todo el mundo; pero su lema más famoso fue: “Servir al pueblo”. Esta extravagancia ilustra un aspecto de su ingenio: su pericia para argumentar sus acciones atribuyéndoselas a otros.
2. Manipulación de los medios: Sabía cómo notificar sus puntos de vista a través de bandos, el Librito rojo y los círculos de reeducación, que vigorizaban infatigablemente su comunicación. “El polvo no se envanece donde no llega la escoba”, decía. Este proceso de auto-elevación suele ser tachado de “culto a la personalidad”, pero es semejante a la edificación de marca de los negocios de hoy en día.
3. Sacrificio de colegas y amigos: “¿Quiénes son nuestros amigos? ¿Quiénes son nuestros enemigos? Asunto de suma importancia”, escribió. Tenía un objetivo claro: no quería gente muy cercana a él y, por tanto, al poder. Es verosímil que los colegas muy cercanos quieran nuestro trabajo, así que tratarán de entretenernos. Renunció a sus amigos, esposas e hijos. Nunca solventaba los favores recibidos.
4. Más actividades, menos logros: Siempre evitaba la molestia de las reuniones. Sus políticas eran nocivas, los resultados deplorables y el liderazgo pifiado, pero cada decisión parecía crear un impulso centrípeto que articulaba a toda China. Tal vez, una ridícula lección que Mao pudiera darle a un ejecutivo que pasara por malos momentos, sería: “si no logramos hacer nada bien, hagamos mucho”[2].
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[1] The Economist “Mao and the art of management”. 2007. Sitio visitado el 15/01/2008.