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En
el post Si el vino viene, viene la vida (M. Velasco, 2005)
[1], te comentaba que en un rincón especial de la casa descansa una barrica, construida con una madera noble, que abriga vino de la tierra y con un sentido escudo corporativo y una frase especial labrada en su faz. Llevaba un tiempo susurrando el tranquilo y ornamental recipiente, una generosa donación del líquido elemento que alberga y evoluciona –vive- en sus entrañas.
El corazón de mi respetado Paco, escucharía los murmullos del barril, porque
ayer me visitó el hombre y me proporcionó una garrafa con ese néctar de la uva
[2]. Un viernes, que empezaba a ser triste, en un instante, con la visita de este ex-jefe y ahora amigo, se convirtió en un manantial de bonitas sensaciones y recuerdos. En el hogar, terminé de retomar el camino de la vida con resurgidas fuerzas, es decir, con una copa de vino emocional, imperecedero, renovado, con aromas de amistad y cuerpo de futuro
[3].
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[2] Gracias, Presidente.
[3] Imagen de wikimedia commons. Fuente de la imagen: página web de SCAVO.