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Fuente de la imagen: archivo propio |
La historia es muy larga de contar. Al final, sobre las 11:00, todos los enanitos, el príncipe Mario y la campesina, que sembraba, recolectaba, pastoreaba y, además, era la cocinera del castillo, terminaron subidos en frágiles conchas de almejas, a modo de canoas, en el foso de los cocodrilos, a los que se les habían unido cinco rebeldes tiburones. Toda la escena fue observada, de forma sigilosa, por un pequeño barco pesquero que faenaba cerca de la costa. Nos bañamos, recogimos, nos duchamos, nos secamos, nos vestimos y nos alejamos. Volví la cabeza y observé que el viento, las pisadas y la sombrilla de una familia difuminaban el sueño[1].
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[1] Dejo unas fotos, realización propia, de la fastuosa obra de ingeniería del medievo. Imagen incorporada con posterioridad; fuente: archivo propio.