jueves, 22 de marzo de 2007

Culito de mal asiento

Fuente de la imagen: pepperminting en pixabay
Acabo de recibir una nueva puñalada trapera. Supongo que cuando me reponga, la cicatriz que me quede me hará más fuerte, pero ahora la tremenda tristeza en mi corazón hace que no pueda concentrarme en otra cosa. Para desconectar, os visito de nuevo y os cuento una historia que no tiene nada que ver con lo que me ha pasado ¿O sí? Comienzo. Ayer me invitaron en la marisquería Peregrina (sí, aquel restaurante del post Hipocresía y Sinceridad). Por estas fechas me apetece bacalao frito, pero no quedaba. Pedimos una sopa de marisco, normalita, unos mejillones, ni fu ni fa, unos boquerones fritos, que estaban de escándalo, y un Montespejo 2005, ya que todavía no tenían del año 2006 ¿se está retrasando la bodega o es la distribución? 

Me convocó una respetada amiga porque quería hablar. Antes de sentarnos, me suelta, alterada: “Me han llamado culito de mal asiento, a mí, que quemo todas las naves que hagan falta, que cedo, que me comprometo, que me sacrifico profesionalmente, que…” - Vale, vale, que no corra al pánico- le respondo. - Bienvenida al club -, le suelto, para incorporar una pizca de humor. “No me hace ninguna gracia” dispara, bloqueándome durante unos segundos. Resulta que hace ahora un año, aproximadamente, toda ilusionada empezó a colaborar en una reestructuración empresarial. El trabajo bien hecho en su dilatado pasado profesional es su mejor carta de presentación y el boca a boca y su red de contactos la forma de conseguir colaboraciones. 

Según me comenta, ya desde el primer momento empezó a detectar situaciones y enfoques empresariales, respetables todos, pero con los que no comulgaba profesionalmente. En los foros adecuados fue trasladando su opinión. En sucesivas sesiones, las personas que confiaban en ella, fueron convenciéndola una y otra vez de la necesidad de que siguiera en el proyecto. Pasaron los meses y, según ella, el tema no cambiaba, sino que empeoraba. A final de año expresó la disposición a finalizar su relación laboral en los siguientes seis meses. Se entiende el dilatado periodo de transición debido a los objetivos que tiene que cerrar y al traslado del sensible testigo de gestión y dirección a la persona o personas que la sustituyan. 

Hasta ahí todo bien, pero parece que la semana pasada una gota colmó su vaso de la paciencia. Le dijeron: “Culito de mal asiento” y eso le dolió bastante. Después de escucharla, le pregunto si termina lo que empieza, si entrega el testigo en condiciones, si ha expresado nítidamente sus opiniones y ha realizado propuestas preactivas proactivas, etc. Todas sus respuestas van en positivo, apuntando que, incluso, en el aspecto personal, está pasando por dificultades económicas que podrían haber condicionado su decisión. Amiga mía, deduzco que te han realizado ese fácil comentario porque se sienten dolidos y, en cierta forma, responsables de tu desconexión. Tú no eres culo de mal asiento y te diré porqué pienso eso: 

Si bien eres una persona inquieta, que te gusta aprender, sumar, proactiva, estás a gusto en todos los sitios, aguantas lo que no está escrito y, salvo excepciones plenamente justificadas por la oportunidad del momento, antes de emprender un proyecto nuevo, te gusta cerrar el que tienes en marcha. Mujer, el dicho “Culo del mal asiento, no acaba cosa ninguna y emprende ciento” no estaba escrito para ti, ni mucho menos la expresión "tirar la toalla". Pasado estos sensibles momentos, reflexionarás y, con toda seguridad, conseguirás de nuevo la velocidad de crucero profesional. Ya me gustaría a mí tener tu caché profesional. Gracias por los boquerones. Cuídate. (Formato modificado posteriormente. Fuente de la imagen: sxc.hu). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: pepperminting en pixabay.