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“Todo hombre es sincero a solas. En cuanto aparece una segunda persona, aparece la hipocresía” (R.W. Emerson). Utilizamos esta palabra de “forma generosa”, mejor digamos “ligera” y, por supuesto, “gratuita”; de hecho es una de las palabras más citadas. Viene del latín y cuando nació fue para definir lo que aún no estaba corrompido. Según Cruz, es un término ante el que todos sentimos la necesidad de autodefensa, lleno de aristas, no es inocente, no existe por sí misma. Cuando se habla de sinceridad, siempre se está revistiendo de educación e hipocresía. El que presume de ser sincero se va del lugar del crimen satisfecho de su fechoría, pero siempre se irá con una carta en la manga de su propia y henchida satisfacción; no se esperará nunca el mohín traicionado de la persona que deja atrás, naturalmente, herida con su confidencia.
“Casi todos los grandes capitalistas y nobles improvisados se hacen muy devotos. Acaso, como los antiguos criminales, sienten la necesidad de acogerse a lo sagrado” (J. Benavente). En economía y en política el sinónimo de sinceridad es transparencia, a la que están obligados los políticos y las empresas: presupuestos transparentes, acuerdos transparentes, político transparente, proceso transparente, etc. En ciertas y contadas orbitas organizativas, se respeta mucho al ejecutivo que no adorna sus criterios o conocimientos, que es sencillo, dice verdades y, generalmente, suele tener razón. “La franqueza es siempre excelente en los ascetas que se entregan a la meditación, pero con las gentes que desean fortuna y con los reyes es siempre funesta” (Pantchatantra).
Allá en el verano de 1999, la dirección de un grupo empresarial donde colaboraba nos pidió ayuda para elegir un nombre comercial a un nuevo proyecto, relacionado con servicios de informática, internet y las comunicaciones en general. Reuní al departamento de telecomunicaciones, en pleno proceso de reorganización, un manojo de buenos informáticos y telecos (José Antonio, Carlos, Diego, Miguel Ángel, Javi, Raúl, etc.), todos mentalmente jóvenes y muy preparados, y nos fuimos a una marisquería, La Peregrina, a una comida de trabajo, una tormenta de ideas, ayudado por un Montespejo, unos boquerones fritos, unos chopitos y unos mejillones al vapor.
Todo excelente, salvo el ron Pampero al que nos invitó la casa y que a más de uno nos sentó regular, no por el ron, sino por el uso indebido que hicimos de su contenido; en parte la indisposición se entiende, ya que dedicamos más de seis horas a la creatividad empresarial y comimos poco[3]. El caso es que primeramente el equipo vendimió nombres del rico léxico malagueño, castellano y universal. Luego molturamos todos los términos y el mosto resultante fue natural, variopinto y con una alta concentración de azúcares. Recuerdo uno de los nombres que el equipo, de forma espontánea, echó a la tolva de la creatividad: remedios o soluciones “sinceras”.
Dicha denominación, aunque no fue elegida finalmente, me indicó la necesidad de honestidad y profesionalidad en el sector en el que trabajábamos. Un equipo formado por jóvenes licenciados y diplomados en informática y en telecomunicaciones estaba enviando un mensaje meridianamente claro. Dice Juan Cruz que si los sinceros anuncian su sinceridad es que tampoco son totalmente sinceros ¿Qué esconderán detrás de su franqueza? Posteriormente, cuando colaboré en procurar reactivar un proyecto de red de consultoría, propuse la utilización del slogan “soluciones sinceras”, pero cuidando explicar la frase para que no generase interpretaciones inadecuadas.
La definimos como aparente redundancia semántica o desajuste gramatical para acentuar la propuesta de soluciones empresariales con altas dosis de compromiso y empatía, soluciones que nacen después de escuchar el latir de la empresa cliente, conjugando profesionalidad y franqueza. “Gentes hay que van diciendo ser dueñas de la verdad / la verdad no tiene dueño” (Antonio Machado). Termino con una advertencia de Cruz, cuando nos dice que no confundamos sinceridad con la palabra verdad. “La verdad adelgaza, pero no quiebra. La verdad anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua” (Miguel de Cervantes en El Quijote). Formato de texto mejorado posteriormente. Fuente de la imagen: sxc.hu mvc.
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[1] Frase supuestamente atribuida a Emilio Lledó, si bien existe doctrina que la observa proveniente de nuestros ancestros.
[2] Cruz, Juan. Contra la Sinceridad. Ed. Destino. 2004.
[3] Por cierto, pagamos a escote y no le pasamos la factura a contabilidad.