Fuente de la imagen: mvc archivo propio |
En el año 1999, estaba colaborando en un proceso de reorganización en el Grupo Vértice. Varios economistas malagueños de reconocido prestigio, me comentaron un proyecto colegial que me ilusionó. Recuerdo que incorporé al programa electoral el capítulo de Nuevas Tecnologías (curiosamente, uno de los banderines del nuevo decano), que abarcaba desde la teleformación hasta el diseño de páginas web, pasando por el teletrabajo, la gestión automatizada y transparente de las distintas solicitudes de la Administración Pública (lo que hoy se llaman listas para peritajes, administraciones concursales, auditores, Hacienda, etc.), o la, entonces y ahora también, desconocida ley de protección de datos. Trabajamos dura y limpiamente en difundir el plan entre los colegiados. Creía firmemente en nuestras posibilidades. Sin embargo, nuestro proyecto no fue el más votado. ¡Ah! ¡La siempre triste y mala fama del voto por correo! Un tufillo quedó en el ambiente (ver hemeroteca del momento) y tomó más fuerza el rumor de “un puesto, unas relaciones, unos contactos, una promoción, asignación de unos peritajes, unas administraciones concursales, una posición ante la Administración y… ¡hasta luego Lucas!" Algunos nos descorazonamos tanto que a punto estuvimos de darnos de baja en la institución.
Pero seguimos colegiados, por inercia o por el buen hacer del equipo técnico en aquellas escasas actividades colegiales delegadas, o por ambas cosas. Tengo que decir que el talante del último decano, Adolfo, no me desagradaba. Y el año pasado llegaron unas nuevas elecciones y recibí información de las dos candidaturas y la llamada telefónica de Juan Carlos, dentro del periodo electoral. Lo escuché y decidí apostar por su proyecto. Dado que mi nombre salió en la página web de la candidatura (que, a propósito, ya no está operativa), recibí llamadas de compañeros y compañeras convenciéndome de que meditara mi decisión, con argumentos de más o menos peso (gracias, por vuestra consideración y confianza). Los escuché y decidí mantener mi postura, deseando estar a la altura que la institución se merece. Se votó y, una vez más, recibí e-mails con copia de recursos y contestaciones. ¡Dios Mío! Más de lo mismo, pensé.
Parece que las aguas han vuelto a su cauce y, felizmente, en Málaga tenemos Decano. Desde este modesto sitio, le deseo a Juan Carlos y su equipo, lo mismo que escribía en el post “De elecciones y casanovas”[2], la mejor de las suertes posibles en su gestión, recordando que la buena estrella de una institución se consigue con el trabajo bien hecho, el cumplimiento del programa electoral y la gestión siempre transparente. Juan Carlos, en ti está mejorar la imagen del Colegio en su ámbito territorial y sectorial de actuación. Si me permites, te traslado una ilusión o sueño: que cuando tu retrato cuelgue en la pared del Colegio, nuestros hijos e hijas se sientan orgullosos del que, un día, fue decano de la profesión de sus padres, enterrando por siempre los rumores y tufillos y haciendo honor a los pilares de la profesión en Málaga, que se extienden mucho más allá de 1980, hasta el siglo XIX diría, y a todos l@s economistas malagueños decentes, que incontables hubo, hay y, afortunadamente, habrá, por mucho que les pese a los advenedizos, temporeros, chapuceros, manipuladores y oportunistas que la Memoria Histórica del Colectivo siempre esté ahí. (Alegoría de la Economía, fachada del Banco Hispano Americano de Madrid, España -1905-; fuente: Wikimedia Commons). Fuente de la imagen: mvc.
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[1] González, M. Ángeles. Los economistas tenemos que ser capaces de dar respuesta a la crisis. Diario Sur. 2009. Sitio visitado el 25/02/2009.
[2] Velasco Carretero, Manuel. De elecciones y casanovas. 2008. Sitio visitado el 25/02/2009.