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Desde hace alguna que otra década, este tipo de ensayos los denomino “la prueba del algodón”, cuya raíz de la expresión se encuentra en la publicidad de un producto de limpieza, donde el correcto mayordomo[1], de los de antaño, utilizaba una pizca de algodón para comprobar el impecable lavado de la superficie por donde previamente se había utilizado la sustancia de limpieza que se publicitaba. Con mucho arte, frotaba la zona, verificando si estaba limpia o sucia, ante la cara de asombro o estupor de la señora o el señor de turno.
Y es que es un hábito que, bajo el título tuneado de uno de los eslóganes del anuncio “el algodón no engaña” o el propio “la prueba del algodón”, siempre que puedo o se dan las circunstancias lo practico, sometiendo el resultado del proyecto, trabajo, cálculo… a una o varias "catas" para verificar su grado de eficacia o la bondad de los datos consecuentes. Y bien lo sabe Borja cuando sometíamos la ejecución presupuestaria a un test de verificación, mediante unos cálculos básicos, cruzando información económica.
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[1] Protagonizado por el extinto actor Joaquín Díaz Muntané.