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En esta mañana de viernes sí puedo y quiero compartir contigo un pensamiento, que me rondó por la cabeza mientras, a través del avatar, interactuaba intercambiando experiencias virtuales como docente con alumnado real y virtual. Es el relativo a la protección de los datos personales, tanto de las zonas comerciales como de las cerradas, ya sean profesionales, empresariales, institucionales o meramente privadas. Coincido con la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD)[2] en que, desde la óptica de los datos personales, el uso del metaverso puede ser muy intrusivo, implicando nuevas categorías de datos con mayor granularidad y precisión, por ejemplo, el aumento del registro de lecturas biométricas recogidas a través de los wearables o los interfaces neuronales.
Incluso, las gafas de realidad virtual seguro están registrando atributos de los ojos y los sensores que tengo puestos por todo el cuerpo, anotando un "porrón" de datos de las constantes vitales y monitorizando mis respuestas emocionales, información impensable de examinar a través de la interacción actual en un social media llamémosle tradicional ¿A dónde van esos datos y qué tratamiento se les da una vez que, por ejemplo, he terminado la clase impartida al alumnado real o virtual? Pero voy a más ¿Acumulará el sistema suficientes datos biométricos como para que, llegado el caso y a través de big data y uso de más inteligencia artificial, pueda suplantarme totalmente? No sé a qué esperan los reguladores para consensuar y legislar un serio código ético. Fuente de la imagen: mvc archivo propio.
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[1] Velasco Carretero, Manuel. ¿Metaverso? Pongamos los pies en el suelo. 2022. Sitio visitado el 15/07/2022.
[2] AEPD. Metaverso y Privacidad. 2022. Sitio visitado el 15/07/2022.