lunes, 2 de agosto de 2021

A ella

Fuente de la imagen: archivo propio
Escribe Ainhoa Muguerza en cafebabel.com, “El poder de los libros[1], que “los libros se prohíben, se censuran, se compran, se leen con avidez, se memorizan y ordenan en estanterías a través de pequeñas, grandes o inmensas bibliotecas. Tienen la capacidad de no dejar indiferente al lector, aunque sea para aburrirle o adormecerle, y en varias páginas hacerle viajar, reír o llorar. Y es que un buen libro es como tener una inmejorable compañía asegurada”. A pesar de las reseñas de libros que desde hace unos años edito en el sitio book--post, si eres follower de este sitio conoces la poca lectura en la infancia y en la adolescencia, si bien en “Libros en el velador[2] te revelé el primer libro que compré con mis ahorros[3], La Odisea, que descansaba en el desvencijado velador de mi niñez. Tendría casi trece años y no recuerdo cómo llegué a administrar las ciento y pico de pesetas que invertí. Luego llegaron los textos técnicos y tebeos, muchos tebeos. Ya de adulto, sí ha caído algún que otro “libro gordo”, que tiempo habrá de referenciar.

No tengo ni la más remota idea de qué fue lo que me impulsó a comprar el poema épico de Homero, puesto que la transitoria EGB, a la que tardíamente empecé a frecuentar, previa al Bachillerato, iba por otros derroteros pedagógicos y didácticos, felizmente superados. Tal vez, influenciado por la positiva ascendencia de las mágicas y reconfortantes lecturas de mi hermana mayor en el frio invierno de la niñez, que te manifesté en “El valor de la norma[4]. En la universidad, hubo un tiempo que a algunos nos dio por comprar los primeros libros de colecciones que se publicaban y cuyas iniciales entregas incorporaban ofertas de dos libros por el precio de uno y cosas así. Una de estas adquisiciones consistió en los inaugurales textos del repertorio “Obras Maestras de la Literatura Contemporánea”, de la editorial Seix Barral[5]. Obviamente, no tenía interés en adquirir toda la colección, porque a partir de la segunda o tercera entrega el precio por unidad se incrementaba, pero fui comprando algunos libros más, hasta el noveno o décimo.

El caso es que las iniciales obras las estuve hojeando un fin de semana en Ronda y debió gustarle a mi extinta madre aquellos momentos, que meses después me encontré con los cien ejemplares adquiridos poco a poco. Los autores iban desde Gabriel García Marquez hasta William Faulkner, pasando por Camilo José Cela, Ernest Hemingway, Graham Greene, Albert Camus, Henry Miller y un largo etcétera. Termino transcribiendo la dedicatoria que Jorge Guillén le hace a su madre en Cántico[6]: “A ella, que mi ser, mi vivir y mi lenguaje me regaló, el lenguaje que dice ahora con qué voluntad placentera consiento en mi vivir, con qué fidelidad de criatura humildemente acorde me siento ser, a ella, que afirmándome ya en amor y admiración descubrió mi destino, invocan las palabras de este cántico”. A mi "ella" va dedicada la reseña de la colección. Parte de este texto también se ha editado en el sitio book--post, bajo el título “Obras Maestras de la Literatura Contemporánea”. Fuente de la imagen: archivo propio.
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[1] Muguerza Osborne, Ainhoa. El poder de los libros. 2015. Sitio visitado el 02/08/2021.
[2] Velasco Carretero, Manuel. Libros en el velador. 2012. Sitio visitado el 02/08/2021.
[3] Doscientas y pico de pesetas que atesoraba desde el campo, que me las dio el progenitor en compensación a la recogida de hierro para llevar a la chatarrería.
[4] Velasco Carretero, Manuel. El valor de la norma. 2015. Sitio visitado el 02/08/2021.
[5] Obras Maestras de la Literatura Contemporánea. Seis Barral. 1984.
[6] Guillén, Jorge. Cántico. 1984. Obras Maestras de la Literatura Contemporánea. Ed. Seix Barral.