lunes, 2 de diciembre de 2019

No es vencido sino el que cree serlo

“Jamás he visto en lengua romana de lo que me acuerdo, ni nadie la vio, obra de estilo tan alto y subido en toscana, griega o castellana. No trae sentencia que parezca vana, loable es su autor, de eterna memoria, al cual Jesucristo reciba en su gloria por su pasión santa, que a todos nos sana”[1]. El texto anterior está extraído de la obra de Fernando de Rojas, excusándose por haber escrito “La Celestina”, ofreciendo argumentos en su defensa. No me acordaba que el autor se encontró el primer acto y a partir de ahí escribió el resto. Arriba te dejo una instantánea del libro. 

Necesitaba el querubín acceder a la obra de Rojas, para un trabajo de Bachillerato. Aunque está a su disposición en la biblioteca virtual, como sé que le gustan más las ediciones en papel y aprovechando una gestión en la capital, le compré la adaptación de Vicente Muñoz Puelles con los anexos de Ana Alonso y Javier Pelegrín (Editorial Oxford University, serie: El árbol de los clásicos). En el fin de semana pasado he estado re-hojeando el texto. Más de tres décadas después de la primera vez que tuve constancia de la obra en el ámbito de la preceptiva asignatura, reconozco cierta aprensión ante la tremenda profundidad metafísica y, a la vez,  cotidianidad. 

Termino transcribiendo algunas de las innumerables frases antológicas que conforman este clásico de la literatura española: “Cuán fácil cosa es reprender vida ajena y cuán duro guardar cada uno la suya”. “Guarde, señor, de dañar lo que con todos los tesoros del mundo no se restaura”. “Es mejor el uso de las riquezas que la posesión de ellas”. “Miserable cosa es pensar ser maestro el que nunca fue discípulo”. “La mitad está hecha cuando tienen buen principio las cosas”. “No es vencido sino el que cree serlo”. Parte de este texto también se ha editado en el sitio BOOK—POST, bajo el título “La Celestina”. 
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[1] Rojas, Fernando de. La Celestina. Editorial Oxford University Press. 2016. Pág. 16.