miércoles, 15 de agosto de 2018

En recuerdo de mi director de doctorado

Fuente de la imagen: mvc archivo propio
Tarde de reciclaje la del martes. Se escapó de una de las estanterías una carpeta con documentación de certificados de convalidaciones y otra justificación universitaria de la década de los ochenta y noventa del siglo pasado. Pensé que había transcurrido suficiente tiempo y no la necesitaría, pero luego me acordé de los casos Cifuentes y Casado y decidí que fuera la descendencia la encargada de destruir el expediente, no vaya a ser que en un futuro me pidan justificación de esos estudios (el ordenador en el que realicé los trabajos, tesinas y tesis era un Amstrad PCW 8256). Entre los papeles se encontraba acreditación que utilicé para optar a principios de la década de los noventa a un puesto de profesor asociado en la Facultad de Ciencias Empresariales de Málaga (España). Se deslizó un certificado (abajo te dejo una copia) de mi respetado y ya extinto Aquilino Alfredo Aguirre Sádaba, que te referencié en “Lo único que debo saber[1] y que por entonces era director del programa de Doctorado de Dirección Estratégica y, también, de mi nunca defendida tesis titulada "Hacia una aldea global administrativa". 

Alfredo, que tuvo su experiencia en el ámbito empresarial (por ejemplo, fue censor titular de la textil Intelhorce en 1972[2]), pertenecía a un reducido grupo de profesores que en aquella época pretendía intentaba, con distinta suerte, incorporar a profesionales de la empresa a la Universidad de Málaga en tareas de docencia y tutoría. Por entonces, década de los noventa, yo era director de auditoría interna de Euromarket, agrupación de interés económico del sector de la distribución y grandes superficies, con tres hipermercados y veintiún supermercados propios, almacén regulador, logística de distribución y marca franquiciadora (ver "Ni seguratas ni chivatos ni detectives"[3]) y como simultáneamente estaba terminando el Doctorado, el último verano, tal vez por la cantidad de casos que le comentaba, me convenció para que optara a una de las plazas de profesor asociado (seis horas a la semana) que el Rectorado había ofertado, no sin antes advertirme que aunque pensaba que reunía de sobra los requisitos, el concurso era público y que los historiales profesionales tenían que ser valorados por la preceptiva comisión nombrada ad hoc y convocada al efecto. 

Antes de optar, lo consulté con mi consejo de administración, que me dio vía libre, eso sí, siempre que no afectara al desarrollo de mis objetivos y competencias profesionales. Como José Antonio estaba de vacaciones, también lo consulté con Paco, autor del libro “Moriscos y cristianos en el partido de Marbella”[4], reseñado en el texto “Mediocridad, inhibición y corruptela[5], que me alentó. Así que recopilé la documentación exigida y la presenté en tiempo y forma. Después, lo que más me dolió fue que una de las plazas, presumiblemente en detrimento de mi perfil curricular, fue asignada a una persona, familiar directo de un miembro de tal "comunidad universitaria", que acababa de terminar la carrera y sin ninguna experiencia en el sector privado ni en el público. Me fui al despacho de Alfredo. El director, con todo lujo de detalles y sinceridad, me trasladó su versión de lo acontecido[7]. Tal vez debía haber denunciado los presuntos hechos ilícitos acaecidos, pero el caso es que al día siguiente decliné mi defensa de la tesis y cerré mi relación con la Universidad de Málaga[6]. No vale la excusa del inmenso cabreo, para justificar no terminar el ciclo de doctorado y, sobre todo, la atención que personas como Paco, José Antonio y, en especial, Alfredo, me habían dedicado durante años. 

Después perdí casi todo contacto con Alfredo. Cada cierto tiempo me pasaba a saludarlo y le contaba por donde andaba profesionalmente. “Manuel, tenías que haber superado la injusticia y haber seguido con nosotros”, fue uno de sus últimos comentarios que recuerdo. Me estuvo comentando la posibilidad de convalidar los cursos de doctorado, las tesinas y actualizar la tesis, que acumulaba polvo en su despacho, pero mi cabeza estaba con el recién nacido querubín y de socio estratégico de una entidad de capital riesgo, por lo que entre mis prioridades ya no estaba ser doctor. Le agradecí su ánimo y desde entonces no volví a saber nada de él, salvo la noticia de su muerte. Desde aquí mi respeto y consideración. Siempre estará en mi recuerdo. A continuación te dejo uno de los certificados que guardo como oro en paño, correspondiente a varios de los cursos de doctorado que superé satisfactoriamente y cuyas tesinas fueron editadas en la colección “Documentos de Trabajo” de la Universidad de Málaga[8]. Fuente de la imagen: mvc archivo propio. 

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[1] Velasco Carretero, Manuel. Lo único que debo saber. 2018. Sitio visitado el 15/08/2018.
[2] Villalba Soria, María José. El renacer del sector textil español: Intelhorce. Tesis Doctoral. Universidad de Málaga 2015. 
[3] Velasco Carretero, Manuel. Ni seguratas ni chivatos ni detectives. 2006. Sitio visitado el 15/08/2018.
[4] Francisco Martín, doctor en Ciencias Económicas y Empresariales y profesor de la Universidad de Málaga. “Moriscos y cristianos en el partido de Marbella”. Economía y la sociedad. 1984.
[5] Velasco Carretero, Manuel. Mediocridad, inhibición y corruptela. 2006. Sitio visitado el 15/08/2018.
[6] Retomada décadas después.
[7] Gracias, Alfredo.
[8]  “Responsabilidad Social de la Empresa”, “Cultura Organizacional y liderazgo”, “La esponsorización y el mecenazgo en la proyección de la imagen corporativa, “El sistema de información en la dirección estratégica de la empresa” y “El método científico en la Economía de la Empresa”.