Fuente de la imagen: pixabay |
Para sacar adelante un proyecto, colaborar proactivamente en un equipo de trabajo, dirigir una empresa, trabajar en una cadena de producción, asesorar a un cliente… deberé elegir medidas de acción, en función de ese puesto o servicio que ejerza o pretenda ofrecer. Esa elección continua probablemente me conforme como líder en mi ámbito sectorial de actuación, ya esté trabajando individualmente o en equipo, aunque no exento de algún tropiezo, error o desajuste.
Elegir la mejor opción es el rosario de cada día tuyo y mío, conformado por un sinfín de decisiones, de elecciones. Pero en la tarde de ayer me cuestioné la elección de medidas futuras de acción. Empecé a reírme de mí mismo, por pensar esas cosas tan estrambóticas. Luego, más sosegado, reflexioné acerca de la cuestión y de la importancia de adelantarse a ese expectante mañana y concluí que no era tan tonta la idea, pero difícil de conceptualizar en este mundo de continuos y no programables cambios.
Y seguí insistiendo, estrujando las neuronas y llegando a la conclusión que tenía que practicar lo que denominé "tonicidades habilidosas" y que no es otra cosa que pensar distintos planes, a modo de contingencia, imaginando varios futuribles contextos resolutivos para esa situación, problema… futuro que me ocupa adelantarme (fuente de la imagen: pixabay).
Una vez conformadas y visionadas esas previsibles atmósferas, con suficiente oxígeno y la menor cantidad de otros gases dañinos, lo siguiente es trasladárselas al equipo para que esté preparado a la hora de la materialización del problema, hecho, presupuesto… y aplicar la tonicidad más adecuada y si la elección no funciona pues a cambiar rápidamente a la siguiente imaginada.