domingo, 27 de septiembre de 2015

Francisco y el dualismo gelasiano

Fuente de la imagen: mvc archivo propio
Vía los medios de comunicación, he seguid
o la visita del Papa Francisco a América, en específico, Cuba y Estados Unidos. Como ya me empezaba a acostumbrar a las notas discordantes en los discursos del Santo Padre, reconozco que me ha sorprendido un poco la delicadeza de sus palabras ante esos poderosos. Cierto que ha referenciado finamente temas controvertidos como las corrientes migratorias, el medioambiente o la pena de muerte, pero se ve que el látigo que antaño usó su jefe en la expulsión de los mercaderes del Templo, lo dejó guardado en esta oportunidad. 

Tal vez, con la diplomacia de algodones, almohadas y sofás, desplegada en tierras americanas, Bergoglio ha dejado a un lado la doctrina filosófica de algunos de sus santos predecesores, que entendían el orden del universo como el resultado de la acción combinada de dos principios irreductibles y opuestos, el bien y el mal, lo que otro Papa, Gelasio I, en su epístola al emperador Anastasio I, a propósito de ciertas intromisiones de Anastasio en asuntos estrictamente eclesiásticos, Gelasio le reprende y le refiere esa doctrina dualista, conocida desde entonces también como dualismo gelasiano

Aprovechándome de mis ideas claves de la disciplina Religión y Derecho, quisiera recordar al soberano de la Ciudad del Vaticano que la religión que representa y lidera posibilitó una transmutación substancial en la concepción del poder, concibiendo la existencia de dos tipos de autoridad: la política[1], y la eclesiástica[2]. Sin embargo, en la realidad, como le puede empezar a pasar a Francisco en su visita a Cuba y Estados Unidos, el cristianismo siempre se descompensa, bien hacia la jurisdicción civil[3] o a favor de la potestad eclesiástica[4], en vez de mantener equilibrado el fiel de esa balanza.
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[1] Que preside lo concerniente a las cuestiones seculares que se den en el ámbito de la sociedad civil.
[2] Que tutela lo relativo a los asuntos espirituales que se desarrollen en la Iglesia.
[3] Lo que se conoce como regalismo.