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Para evitar que la realidad profesional me supere, reflexionaré en clave iconoclasta o heterodoxa, es decir, proclive a derribar, si hace falta, puentes con reglas y enfoques organizativos de “toda la vida”, de forma que los nuevos pensamientos técnicos, administrativos y comerciales superen el planteamiento organizativo actual de la actividad, proceso, negocio o tarea en la que me encuentro integrado.
Por tanto, más que parapetarme en conceptos organizativos del tipo excelencia, calidad, just in time, orientación al cliente… me obligaré a razonar otros arquetipos empresariales, ya que el nuevo, auténtico e indiscutible motor del cambio, lo constituye, precisamente, ese quebrantamiento de las reglas actuales respetando el ordenamiento jurídico de aplicación.
Para evitar que la realidad profesional me supere, deberé perfeccionar y regenerar la relación con mis compañeros y compañeras, clientes, proveedores, acreedores y terceros en general, utilizando para ello todos los recursos tecnológicos a los que presupuestariamente pueda acceder, escuchando y aprendiendo de mis interlocutores y sondeando mapas futuros de comportamiento para adelantarme a sus necesidades, posibilidades y expectativas.
Para evitar que la realidad profesional me supere, deberé retroalimentarme continuamente, sin esperar a que pase el fin de semana, septiembre o después de las vacaciones. No debo pensar o lamentarme en la presunta dureza, injusticia o estrés de ese planteamiento. Es lo que toca en este cambio de época que estamos padeciendo.
Tampoco es cuestión de pensar eso de “o lo tomo o lo dejo, como las lentejas”, sino de asimilar el hábito e integrarlo en lo cotidiano, ese día a día que transcurre, ya sea tomando una cerveza con los amigos o redactando una propuesta de colaboración (Fuente de la imagen: kalhh en pixabay).