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La esencia del planteamiento del ilustrado francés, a diferencia del empirista y liberalista inglés que cifraba su enfoque en una mera distinción funcional, se encuentra en el postulado básico de que cada función o poder debe corresponder a un titular distinto, debido a que[1] es una experiencia eterna que todo hombre que tiene poder, tiende a su abuso, con lo cual tiene que haber más de un solo poder y deben ser tres, porque uno termina por devorar a todos los demás, dos se enfrentan y tres mantienen el equilibrio, ya que si los otros dos luchan, el tercero, igualmente interesado en mantener el orden, se afiliará del lado del más débil. La diferencia entre el marco institucional planteado por Montesquieu y la realidad actual en mi país es que, si bien tenemos tres poderes y dejando a un lado la fórmula de elección de dos de ellos[2], por el juego de los partidos políticos institucionales[3], dos de los poderes son cuasi lo mismo[4] y cuando hay conflictos internos o externos, en vez de un poder afiliarse al otro poder más débil, sucede lo contrario, o todos a una, como Fuenteovejuna, pero a favor del poder por el poder. Imagen incorporada con posterioridad; fuente: Clker-Free-Vector-Images en pixabay.
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[1] según relata en su obra referenciada.
[2] Ejecutivo y judicial.
[4] Ejecutivo y legislativo.