Ya está empezando a ser costumbre esto de llegar tarde a la
cita, pero nuevamente trasnoché ayer en la feria, charlando con Paco,
Ildefonso, Curro, Guillermo… de lo divino y lo humano de la Educación en mi
país, del buen verano turístico y de los presuntos brotes verdes en Marbella
(te recuerdo que en ese término municipal fue donde hace siete u ocho años
empezó la crisis, con la gangrena de la corrupción inmobiliaria ya imbricada en
el tejido económico, político y social).
También, me he deleitado previamente con el
artículo de A. Bustillo en Expansión, “Cómo detectar al parásito de la oficina”[1],
donde el autor, después de transcribir la definición del concepto “parásito” del diccionario, desgrana al trepa, al
mandón, al medallista, al agobiado, al despreocupado, al seductor y al
depredador.
La lectura me ha recordado el post “¡Ay! La mosquita muerta”[2], editado hace ahora dos años y pico en este mismo sitio. ¡Ay! esa persona de ánimo o genio apagado, pero que no pierde
la ocasión de su provecho. Un peligroso parásito que parece resumen de todos los
descritos hoy por Bustillo (Fuente de la imagen: sxc.hu).
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[1] Bustillo, A. Cómo detectar al parásito de la oficina. Expansión. 2013. Sitio visitado el 20/08/2013.
[2] Velasco Carretero, Manuel. ¡Ay! La mosquita muerta. 2011. Sitio visitado el 20/08/2013.