La mañana del quince de agosto la pasé en la playa con la
familia y unas amistades. ¡Abarrotá estaba! Hacía tiempo que no la había visto
así. ¡Odisea para llegar al agua! Aunque incómodo, pensé que eso era bueno para
la economía local.
De las múltiples conversaciones que escuchaba sin querer, te
traigo a colación esta mañana aquélla en la que unos adultos martilleaban a un
pequeño sobre que daba igual que entendiera o no la lección, si el profe le
había dicho que se la aprendiera de memoria pues ¡punto pelota!
Me recordó los comentarios de mi profe de Derecho Penal I,
D. Sergio, que, en relación con memorizar los “tropecientos”
artículos del código, le respondió a un compañero que “lo que entra en un
bolsillo, no tiene por qué meterse en la cabeza”, claro que con el estudio sería inevitable que los
artículos se fueran asentando en la testa, de forma imperceptible y con ánimo de quedarse.
Esa frase o idea me gustó. También, en otro momento, comentó que si en una
clase suspendían muchos, el problema era también del docente. Todo eso y más
rememoré cuando, de soslayo, observé percibí la cara de desorientación desorientada del impúber (Fuente de la imagen: sxc.hu).