sábado, 29 de junio de 2013

¿Ya siente usted sudores fríos?

Fuente de la imagen: Peggy_Marco en pixabay
Según la mitología romana, la ninfa Eco se enamora de un vanidoso joven llamado Narciso, hijo de la ninfa Liríope de Tespia. Un día, mientras Narciso estaba cazando ciervos, la ninfa Eco siguió sigilosamente al hermoso joven a través de los bosques, ansiando dirigirse a él pero siendo incapaz de hablar primero, ya que la diosa Hera la había maldecido a solo poder repetir lo que otros decían. Cuando finalmente Narciso escucha sus pasos detrás de él, pregunta: "¿Quién está ahí?", a lo que Eco responde: "¿Quién está ahí?". Y continuaron hablando así, pues Eco únicamente podía repetir lo que otros decían, hasta que la ninfa se mostró e intentó abrazar a su amado. Sin embargo, Narciso la rechazó y le dijo vanidosamente que le dejara en paz, y se marchó repudiándola. Eco quedó desconsolada y pasó el resto de su vida en soledad, consumiéndose por el amor que nunca conocería, hasta que solamente permaneció su voz. Por lo que se refiere a Narciso, un día sintió sed y se acercó a beber a un arroyo. Al verlo, se fascinó por la belleza de su propio reflejo, sin atreverse a beber por miedo a dañarlo e incapaz de dejar de mirarlo. Finalmente murió contemplando su reflejo y la flor que lleva su nombre creció en el lugar de su muerte (Fuente: Gantz [1]). 

Antes de escribirte el post, me he leído el artículo de Javier Sampedro en El País, “Usted puede ser un narciso[2], donde cuenta que neurólogos de Berlín asocian el trastorno egótico al déficit de neuronas en el cerebro emocional. El texto me ha recordado el perfil de algunos personajes que he conocido en mi vida profesional y a los que directa o discrecionalmente tenían asignado el mote “Narciso” (alguno, incluso, se reía de su sambenito). Antes de preguntar Sampedro si siento sudores fríos, escribe la definición estándar de la Asociación Americana de Psiquiatría, en el sentido que el narcisista se caracteriza por muestras ubicuas de grandiosidad, necesidad de admiración y falta de empatía, persona absorta en sí misma, convencida de su propia importancia más allá de toda duda razonable y con una necesidad patológica de recibir muestras de admiración y toda clase de atenciones de los demás. Tendré que trabajar más esa ínsula cerebral en la que dicen los científicos se encuentra mi egolatría, pero también la empatía, atenuando la primera e incentivando el desarrollo de la segunda. Imagen incorporada con posterioridad; fuente: Peggy_Marco en pixabay.
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[1] Gantz, Timothy Early Greek Myth. Baltimore: Johns Hopkins University Press. 1993.
[2] Sampedro, Javier. Usted puede ser un narciso. El País. 2013. Sitio visitado el 29/06/2013.