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Andan preocupados unos contactos, directivos de una organización que se encuentra inmersa en la implantación de soluciones tecnológicas basadas en el uso de dispositivos móviles. A la dirección de la empresa le parecía muy buena idea la propuesta, ya que su organización informática se encontraba parcheada con un rosario de “soluciones” discordantes entre sí. Pero se les está disparando el presupuesto económico que la consultora le vendió. Por otro lado, todavía no han finalizado la fase de desarrollo, que se encuentra liada con la de implantación y ni porra frita de la integración de dichas aplicaciones con los programas de gestión CRM. Y por si fuera poco, la ingeniería que contrataron va vendiendo por ferias, jornadas y entrevistas, el trabajo como si fuera un éxito, lo que está lejos de la realidad. Se encuentran entre la espada y la pared. En el corto plazo no pueden ni plantearse evidenciar ese marketing fraudulento que realizan los susodichos, ya que sería contraproducente desde la óptica competitiva y comercial. Sólo se me ocurrió recomendarles que deberían coger el toro por los cuernos.
Aprovechar que los “profesionales” contratados se están aprovechando comercialmente del presunto trabajo realizado y “meterlos en verea”. Es decir: “o termináis el trabajo sin un euro más adicional o se os denuncia en la prensa y en los juzgados". Se les podría decir más alto, pero no más claro. Si una empresa tiene pensado meterse en uno de estos berenjenales ¡Adelante! Pero antes deberá reflexionar en aspectos tales como los currículos de los profesionales que lideran y ejecutarán el proyecto, pidiendo referencias, ya sean grandes consultoras o pequeñas: analizar a las personas que trabajarán. También, deberán preguntarse si disponen de suficiente presupuesto adicional para aguantar el sablazo de los previsibles incrementos o addendas, para cubrir los temidos “po ya que”. Finalmente, cuando me encuentro con proyectos de envergadura cuantitativa o cualitativa, procuro dividirlos en subproyectos, que puedan desarrollarse, implantarse y medir los resultados, en economía de tiempo, dinero y reducción de riesgos, además de exigir al consultor lógicos planes de contingencia, a lo “qué hacer si… y cómo” (fuente de la imagen: sxc.hu). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: geralt en pixabay.