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Después de degustar unos caldos en el Museo del Vino - Málaga y almorzar en el restaurante Rucula, tomamos el café en la Plaza del Obispo. Senté a Paco, Teo y Antonio frente a la fachada principal de la Catedral de la Encarnación de Málaga (España), de forma que pudieran contemplar una de las joyas renacentistas más valiosas de Andalucía. En el piso bajo, las tres curvaturas recordaban a los arcos del triunfo, con sus grandes puertas, separadas por columnas de mármol. Encima de la entrada principal, un medallón, separado por las columnas salomónicas.
Los otros medallones que hay sobre las puertas laterales representan a los Patronos de Málaga, San Ciriaco y Santa Paula. El edificio lo proyectó Diego de Siloé con dos torres, pero sólo fue acabada una, por eso se le llama “La Manquita”. Su construcción duró mucho, comenzando por la cabecera en 1528. Digamos que la primera fase tardó unos cien años. Luego, las obras estuvieron paralizadas durante otro siglo. En el año 1764, el arquitecto José de Bada dirigió la unión de la composición nueva con la primera, derribando el muro que cerraba el crucero.
Sin embargo, quedó sin terminar una de las torres, parece ser porque el dinero que había para ello se destinó al arreglo de los Caminos de Antequera y Vélez. Existe otra versión sin documentar, según la cual, el capital fue aplicado a la guerra de la independencia norteamericana. En síntesis, una agradable tarde de sábado otoñal (Vista de la torre sin acabar de la Catedral de Málaga; fuente: Wikimedia Commons). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: manolofranco en pixabay.