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Abrí la última lata de filetes de anchoas en aceite de oliva, que me regaló Teo, Santisteban Línea Oro, y preparé una ensalada de anchoas, con huevos cocidos y un poco de judías verdes. Cueces los huevos y, paralelamente, las judías en agua con sal. Cuando se encuentren las legumbres en su punto, las colocas en una fuente, junto a las anchoas, los pimientos cortados en trocitos y los huevos. Puedes preparar una vinagreta a base de aceite, vinagre y sal. Aliñas la ensalada con la salsa y la rocías con un poco de perejil.
El motivo de este gusto culinario no es otro que motivarme un poco, al sentirme, por un tiempo, alicaído profesionalmente. No es que me vayan las cosas mal; puedo pagar las deudas a corto y a largo, lo cual es todo un éxito en esta crisis, encontrándose dentro de unos ratios más que aceptables y, en la peor de las situaciones, existe facturación comprometida, al menos hasta medio plazo. Bromas aparte, utilizaré a la figura mitológica de Ícaro para comentártelo. En el pasado, salí airoso de un laberinto empresarial, utilizando las alas de cera que las personas queridas me confeccionaron.
En el presente, debo procurar seguir los consejos de esos prójimos que me aprecian y equilibrar mi idealismo y mis aspiraciones con la realidad, la Vida y mis propias limitaciones, de forma que no me acerque tanto a esa Estrella que me puede derretir las alas y obligarme a caer en el infinito. Que tengas una buena semana (imagen de Dédalo, construyendo las alas a su hijo, Ícaro; fuente: Wikimedia commons). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: Ikuki en pixabay.