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Max Weber (en primer plano) en 1917 con Ernst Toller (frente). Fuente: Wikimedia Commons. Dominio Público |
Ayer estuve en Sevilla (España), realizando gestiones en las consejerías de Empleo y Bienestar Social de la Junta de Andalucía. Hacía calor, pero era soportable. Entro en la primera Administración y me pregunta el conserje: ¿De qué delegación viene usted? Vengo de Málaga, pero no de la delegación, respondí. Pensaba que era usted funcionario, disculpe, apuntó. Lo curioso es que en la segunda Administración, la situación fue casi idéntica: Buenos días, quisiera ver a "fulanito de tal". ¿Es usted funcionario? -el conserje fue directo al grano- Mientras esperaba a que me atendiera el departamento técnico de turno, observo la vestimenta, camisa beige y pantalón azul marino. Me miro al espejo y la misma cara de todas las mañanas. ¿Por qué me han catalogado como funcionario? No es que tenga nada en contra de ese perfil, todo lo contrario, respeto y empatía es lo que procuro día a día y eso que a veces cuesta. Por otro lado, estoy rodeado de funcionarios/as, en mi familia y allegados, por lo que las críticas en mi ámbito íntimo suelen ser lo más recatadas y objetivas posibles. ¿Se me habrán pegado sus hábitos, costumbres?
Bromas aparte, tuve un atisbo de meterme en el cuerpo, cuando trabajaba y estudiaba, se me cruzaron los cables en la oficina y me presenté, junto con mis amigos/as, a unas oposiciones de tres pruebas; aprobé el primer examen con un 8,5 –cabreados los compis con mi suerte, porque decían que en tampoco tiempo era imposible prepararse el temario-, pero no me presenté al segundo, porque se me pasó el enfado con mi jefe, al aclararse el entuerto y pedirme disculpas. Por lo demás, he preferido practicar las instrucciones de Madre Teresa (ver
post Aspiración íntima) en lo privado, reconociendo que en ciertas épocas, como las de las vacaciones o, sobretodo, cuando hay crisis, el funcionariado como que lo tiene menos complicado sortearla, al disponer de la seguridad de su retribución mensual, cosa que en el sector privado, puede ser distinto.
Recuerdo lo recogido en
el post Vocación emprendedora: En Andalucía hay más universitarios (51%) que quieren ser funcionarios y hay más padres que quieren que sus hijos sean funcionarios (49%). El filósofo, economista, jurista, historiador, politólogo y sociólogo alemán,
Max Weber, defendía la burocracia como mal menor, para que la sociedad ganara en eficacia, eficiencia e institucionalidad. Sin embargo, la definía como un instrumento de dominio social que resulta de la creciente complejidad de la sociedad, pero que acaba por esclavizarnos porque nos imposibilita para actuar con criterio propio, con libertad. A esto es a lo que Weber denominaba la racionalización basada en la autoridad legal que domina al individuo. La burocracia sigue una racionalidad técnica de tipo instrumental (conecta medios con fines), pero no ofrece las propuestas de sentido y la elección de fines que sí caracteriza a los políticos carismáticos. ¿Nace o se hace el funcionario? En fin, que puede que tenga cara de funcionario. Pues a asumirlo
¿no? Que tengas un buen día (foto de Max Weber, tomada en el año 1917; fuente: Wikimedia Commons.
Dominio Público).