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Fuente de la imagen: El bono bus de la inspección (M. Velasco, 2008) |
Al pagar los billetes, me faltaron dos o tres céntimos. Uno de mis acompañantes se apresuró a buscar en su monedero el pico que faltaba. El conductor respondió. “Conozco a ese hombre, pueden pasar”. Me quedé todo el trayecto dándole vueltas a la memoria, intentando recordar la cara de aquella persona que decía que me conocía. Pero el efecto licoroso de la última copa de vino, impedía reminiscencias y estimulaba amnesias. Como llevo casi un año de asiduo a ese medio de transporte y por muy inadvertida que sea mi presencia, probablemente algo quedará en la retina de los conductores, digo yo. El caso es que al final del recorrido, sólo pude balbucear un “Gracias” y seguí cavilando hasta bien entrada la noche: Le conozco[1].
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