viernes, 22 de junio de 2007

La biznaga de Paco

Jazmines. Fuente de la imagen: mvc archivo propio
Transcurría el final de la primavera del año 1999. Era viernes y estaba en mi trabajo de Vértice, cerrando temas, planificando la semana siguiente y pensando en el maravilloso fin de semana que me esperaba en la playa, comiendo "pescaítos" y otras cosas. Me viene el fornido de Paco con un dossier rotulado “Biznaga”. “Manolo, me gustaría que me dieras tu opinión sobre este proyecto”. ¡Tierra, trágame! Pensé.

De entre un ramillete de buenos preseleccionados por el departamento de recursos humanos, para sustituir al director de compras del grupo, elegí y propuse al grandote y baloncestista de Paco porque, aunque un tanto tímido, lo cual puede, también, ser considerado positivo, además de su excelente historial, lo percibí mentalmente joven y fue el que mas me convenció en la entrevista (creo que actualmente es el director de administración del colegio de arquitectos).

Paco llevaba semanas dándole vueltas al proyecto. Creía que era una buena idea, pero le empujaba el callarse, para, supongo, no hacer el ridículo. Después de darle muchas pensadas, me la presentó. “De acuerdo, este fin de semana lo leeré ¿te parece?” Llegó el lunes. Lo vi varias veces merodeando por el sitio donde yo paraba más (cuando me preguntaban dónde estaba mi despacho, solía decir que era toda la empresa). Al final de la mañana se atrevió a preguntarme: 

“- ¿Lo has leído?” 
“- ¿El qué he leído?” Se puso a sudar. 
“- Sí, lo he leído” 
“- ¿Y qué te ha parecido?” 
“- Le he dicho a la secretaria del number one que lo ponga en el orden del día de la reunión de mañana martes, con el consejo de dirección” 
“- ¿Lo vas a presentar?”
“- NO”. 
“- ¿Entonces?”
“- Lo vas a presentar tú”, le espeté. 

Es una persona alta, de buena percha, pero las gotas de sudor de su cara se convirtieron en ríos y en una milésima de segundo, de esas que le roban a Fernando Alonso, menguó como un globo que se deshincha (estoy exagerando un poco). “- Un detalle, Paco, si fracasas, me cortan la cabeza -”. Lo cual, aunque cierto, pienso ahora que no debería habérselo dicho. El caso es que hizo bien la presentación. Al consejo de dirección le gustó todo, bueno, todo menos el nombre “Biznaga” . El siguiente paso fue pedirle un plan de negocio.

El nombre no lo eligió por lo de la Costa del Sol, sino por la composición en sí. En Málaga (España), llamamos biznaga a un afanoso, bello y perfumado manojo de jazmines, que se pinchan en un abalorio doméstico, en forma de media esfera. El proyecto trataba de un punto de encuentro virtual entre oferentes y demandantes de productos. El nombre definitivo fue Mercaempresas. Evidentemente, el éxito se debe a un porrón de buena gente que trabajó posteriormente en la idea, desde la visionaria decisión del number one hasta el último auxiliar administrativo del departamento de logística, del polígono industrial donde actualmente se ubique el negocio. 

Pero "al César lo que es del César"[1]. Todo esto viene porque pienso que en cada segundo de la jornada laboral hay un manojo de ideas brillantes preñadas en las cabezas de nuestros colaboradores/as. Muchas no llegan a la luz porque o bien los demás las abortamos con nuestra actitud o enfoque directivo (o las robamos y nos apropiamos de ellas, que es peor), o bien no generamos un entorno proactivo para que esas personas confíen en la estructura empresarial de la que somos responsables, o bien no tienen el coraje de defenderlas ante quien proceda. 

A aquéllos/as que estéis en una situación similar a la que pasó Paco, os sugiero que si en vuestra empresa hay directivos receptivos, animaros a “molestarlos”. En el peor de los casos, te considerarán una persona interesada en cambiar, innovar y mejorar. Y si te consideran un estorbo, un creído o un impertinente, esa no es vuestra empresa; ¡ahuecar el ala ya! (Gracias Paco. Te dedico este post. Aprendí de ti). Fuente de la imagen: Wikimedia Commons. Imagen incorporada con posterioridad; fuente: mvc archivo propio.
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[1] Y a Dios, en este caso, los beneficios.