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De buena familia, inteligente, atractivo para las chicas, hetero hasta la médula, admirado por los chicos, cayó en las garras del mejunje mortal a muy temprana edad. Sensible, discreto, atento, muy querido por su familia y algunos de nosotros, tuvo estilo hasta en su muerte. Siempre me quedará la sensación de no haber hecho lo suficiente por su salvación. Su hermana y su ya difunta madre me regalaron una de sus camisas. Como todos los años, ayer la saqué del baúl de los recuerdos, la lavé, la planché y me la puse en su honor. Sentí una vez más una inexplicable sensación de fuerza, de vida y de amor. Te queremos, Juan.