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Me invitó a una deliciosa carne de cerdo ibérico a la plancha, con una primorosa salsa cuya receta no pude averiguar, aunque sé que llevaba algo de pebrella, hierba aromática de las montañas alicantinas. Todo ello regado con un rioja Muga crianza. Desde hace unos años procuro refugiarme en otros vinos que no sean Rioja y cuando advertí la botella suspiré. Pero tras el primer sorbo, con una delicada armonía de sabores frutales, me animé. La segunda degustación persistió en lo sabroso y en los matices de forma elegante, que hacia subir el bocado de ibérico hasta el séptimo cielo. El precio no sé por dónde andará[1], pero no creo que sea excesivo. En fin, que desde este modesto blog me atrevo a sugerir este caldo. A mí me sentó el almuerzo de maravilla, no sé si por el vino, la grata compañía o ambas cosas[2]. Saludos[3].
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[1] Este hombre lo compra por cajas a la bodega.
[2] Y no me olvido de la carne.
[3] Texto, formato link e imagen actualizados posteriormente.