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Todo sin presunto criterio o plan serio, al tiempo que, ante sus consejos, cuelgan los errores a terceros que antaño abandonaron el barco, por disconformidad de estrategias comerciales, operativas, económicas y financieras o, sencillamente, cansancio de bregar contracorriente. Plantean a los clientes que aún les quedan, una y otra vez, propuestas marcos utópicas, alejadas de la realidad y, en todo caso, inasumibles por sus interlocutores.
Ahogan a sus proveedores, colocándole las botas en el cuello vía precios de productos o servicios por debajo de sus costes reales y de los mínimos estándares de calidad, infinitos plazos de pago y, en síntesis, una batería de exigencias también inasumibles. Llega el punto de propiciar en el receptor risotada, hilaridad, cuando no llanto y tristeza.
Pero, sobre todo, favorece una creciente y preocupante desconfianza, ante la presunta locura empresarial impregnada en dichas proposiciones indecentes, ofrecimientos livianos o promesas imposibles (dibujo de imagenes-gratis.net). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: Prawny en pixabay.