Fuente de la imagen: mvc archivo propio |
Le respondí que, a lo largo de nuestra vida profesional, sobre todo al inicio, algunos hemos tenido esos conjeturales “aires de grandeza”. Esa probable “puestitis” (de puesto), podía denotar que a ese directivo aún le quedaba transitar por caminos organizativos, empresariales y emocionales, hasta llegar a órbitas de gestión y dirección más realistas, humildes, flexibles, empáticas, proactivas y respetuosas con todos/as. En mi caso, cuando terminé la diplomatura en empresariales, me creía Dios. La realidad llegó poco después, ante la primera contabilidad que tuve delante, con los chorros de vergüenza por toda la cara, porque no sabía meterle mano. La primera tarjeta de visita que tuve era doble, presentando a bombo y platillo mis puestos y títulos, pero se me olvidó reseñar algo tan importante como es el número de teléfono. Rubor sentí años después, guardando todavía unas cuantas copias, para saber qué no se debe hacer y aprender del pasado. Después, fueron cayendo otros nombres de puestos, con sus preceptivas presentaciones impresas: ejecutivo de cuentas, director de auditoría interna, adjunto a la dirección general, gerente, director de transición, secretario general, socio-director, etc., información que todavía registro en el historial profesional. Conforme transito por el campo laboral, pido que algo fructuoso se me transmita de los verdaderos líderes, tutores, coach… con los que he tenido la oportunidad de colaborar o, simplemente conocer y escuchar. Por ejemplo, entender de verdad, la necesidad de disponer de un título del puesto que ocupas en la organización, para orientar de tu actividad a los clientes internos y externos. Lo que pasa es que cada vez me da más pereza titularlo. De las tarjetas que dispongo, las que más suelo utilizar son las relativas a mi nombre, apellidos, teléfono y email.
Actualmente, siento apatía ante la lectura de la necesaria reseña curricular, que hay que adjuntar a determinado proyecto, o la información técnica que me sugieren colgar en los distintos sitios de networking que frecuento, si bien, luego la critican porque, al lograr redactarla, me adentro hasta los años de niñez, cuando ayudaba a la familia en las labores agrícolas y de pastoreo. Me tranquilizo al comparar el parvo curriculum, con ricos historiales de otros profesionales y personalidades, lo que, a su vez, me genera una soportable, asumida y, hoy, solicitada sensación de insignificancia, de ser consciente de que no se es nada. En fin, sobre gustos no suele haber nada escrito. Los americanos utilizan títulos con conceptos como el de “Vicepresidente”, por sector, sección o actividad, más compatible con el director general de turno y otros puestos del organigrama, colocados por encima o por debajo. El caso es que, después de la risa tonta que me entró al despedir a “Jose”, me quedé taciturno, pensando si dentro de unos años me avergonzaría de los títulos de los puestos actuales que disfruto y de la redacción de escritos como, por ejemplo, este post. Termino, transcribiendo el último párrafo del post Estimación sincera[2]: …el escritor Iriarte, en sus fábulas (siglo XVIII), también utilizaba otro verso, creo que, interpretándose en la actualidad, para criticar a aquellas personas que pretenden, mediante campañas mediáticas y otras acciones empresariales de dudosa moralidad, suplir o enmascarar lo que no han sabido conseguir a base de trabajar decentemente y aprender de la “vida” misma: “Monos, aunque se vistan de estudiantes, se han de quedar lo mismo que eran antes. Que tengas un buen fin de semana (imagen de la tarjeta de visita de Goethe; fuente: Wikimedia common). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: mvc archivo propio.
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[2] Velasco Carretero, Manuel (2005). Estimación sincera. Sitio visitado el 18/07/2008.