jueves, 30 de agosto de 2007

Castillos de arena

Fuente de la imagen: archivo propo
Los terceros rayos de sol del amanecer nos han pillado en la orilla del mar, mientras intentábamos construir un castillo, a base de arenilla común, ovalada, y agua salada, a pesar del viento que soplaba. Nos afanamos con un cubilete y poco a poco le dimos forma, incluso diseñamos un foso con imaginarios cocodrilos, agua y todo. La princesa Blancanieves y los siete enanitos tomaron posesión de la fortaleza, a eso de las nueve y media de la mañana.

El príncipe Mario llamó a la puerta: ¡Ha del castillo! El enanito gruñón bajó refunfuñando la escalera para activar el mecanismo de apertura, mientras la princesa, emplazada en una de las torres, observaba impávida la escena. La historia es muy larga de contar. Al final, sobre las 11:00, todos los enanitos, el príncipe Mario y la campesina, que sembraba, recolectaba, pastoreaba y, además, era la cocinera del castillo, terminaron subidos en frágiles conchas de almejas, a modo de canoas, en el foso de los cocodrilos, a los que se les habían unido cinco rebeldes tiburones. 

Toda la escena fue observada, de forma sigilosa, por un pequeño barco pesquero que faenaba cerca de la costa. Nos bañamos, recogimos, nos duchamos, nos secamos, nos vestimos y nos alejamos. Volví la cabeza y observé que el viento, las pisadas y la sombrilla de una familia difuminaban el sueño. Dejo unas fotos, realización propia, de la fastuosa obra de ingeniería del medievo. Imagen incorporada con posterioridad; fuente: archivo propio.